miércoles, 9 de abril de 2014

Añoranza.

Constantemente, estamos perdiendo momentos.
Pasan del acontecer, al acontecido a posteriori.
De vivirlos, a recordarlos, viviéndolos una y otra vez en nuestra memoria.
Pero una cosa es cierta, no volverán jamás.
Ojalá el momento fuere eterno.
La maldita fecha de caducidad es intrínseca a nuestro devenir.
Nadie nos advirtió de que vivir, sería perder.
De que sentir, sería un mero destello de un momento muerto, como si de una estrella se tratare.
De que morir... sería olvidar...
Para siempre.

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